miércoles, 10 de junio de 2015

¿El fin de la historia?

1989-1991. Cae el muro de Berlín y con él se levanta el telón de acero. La utopía socialista desaparece y se afana el capitalismo triunfante en erigirse vencedor de la historia. Todo es derrota y las viejas y nuevas glorias del bloque derrotado se adaptan o desaparecen.

Toda esperanza de un mundo no construido sobre el beneficio personal inmediato parece perdida,  y el mundo se llena de compañías predadoras dispuestas a repartirse el inmenso pastel que ahora se les ofrece.

Pero...

1999. Una reunión de la máxima autoridad mundial en el comercio pretende regular, o desregular, la depredación. Alguna organización sindical de las que resisten, alguna ecologista, alguna otra convocan, sin mucha esperanza, una manifestación a las puertas.

Y es un éxito. Un rotundo éxito. Tal éxito que el poder se asusta y manda a su guardia a disolverla, a difamarla.

Pero de entre las filas de quienes protestan, alguien surge, alguien con poder planta cara. No ataca, sólo defiende a quien ve más débil, más vulnerable. Cunde el ejemplo. La situación da la vuelta. No hay agresión, o eso parece, nada más defensa. Pero claro... los medios de comunicación son los que son y esa gente que ha surgido son a la vez el bien y el mal encarnados.

Y siguen las luchas y siguen ahí. No son un grupo organizado ni mucho menos. Hay quien se conoce, hay quien no. No hay coordinación. A veces están, otras no.

Las causas van y vienen, son primera plana  y luego son olvido, y así, en oleadas, aparecen. Hay quien es más estable, más fiel, y quien es movido por el momento. Pero por ahí andan.

Y claro, el Estado, y lo que no son los Estados, andan intentando desactivar esas a cualquier precio.